miércoles, 13 de abril de 2016

DESMENTIRAS III

Una luz los guiaba a través del bosque. Una luz azulada y tan brillante que se veía a leguas, salvo que sólo ellos dos podían apreciar su imponente belleza.

Caminaron durante horas hacia el este, hasta Tans-Grem. El paisaje no parecía cambiar durante su travesía: árboles y más árboles; rocas y más rocas. De vez en cuando, un río se hacía oír a lo lejos, pero nunca se dejaba ver.

El espíritu guía empezó a parpadear y a perder su brillo, como si se estuviese quedando sin fuente de energía, hasta que se desvaneció por completo delante de los dos muchachos.

— Hemos llegado — exclamó el cuervo, ante la sorpresa de Darren, que pensó que estarían perdidos para siempre —. ¡Bienvenido a Tans-Grem!
— Vaya... — se podía ver la decepción apoderarse del rostro de Darren —. Me imaginaba algo... algo... distinto.

Ante ells se alzaban una serie de pequeñas chozas, todas en línea recta, unas frente a las otras, formando así una única calle por la que transitar.

— ¿Qué te esperabas? ¿El Valle Dorado? — respondió el cuervo con sarcasmo — ¿Has salido alguna vez de tu casa? Deberías viajar más, Señor Don Lamentos —. Darren frunció el ceño ante la burla de su compañero de viaje. Este resopló —: Vamos, tenemos mucho que hacer y poco tiempo, no estoy dispuesto a darte una lección de turismo ahora.

Los dos recorrieron la pequeña y estrecha calle del pueblo hasta su extremo, que se perdía en el bosque.

— ¿Nos vamos?

— No del todo — replicó el cuervo. Ante la incógnita dibujada en la cara de Darren, el cuervo prosiguió —: Nisgard prefiere los lugares apartados del resto para practicar sus cosas, cosas que el pueblo no ve con buenos ojos, ¿entiendes?

Darren asintió, sintiéndose estúpido con cada pregunta que formulaba. Pero por otro lado, sentía que nadie le contaba nada, que todos lo controlaban sin hacerle partícipe de los planes. Maldita sea, Tarah estaba en ese estado y a nadie parecía importarle.

© Smoking Crayons
Maira Gall